Las sufragistas panameñas, lideradas por Clara González, realizaron una lucha incansable durante casi tres décadas. ¿Quién le dio el...
Las sufragistas panameñas, lideradas por Clara González, realizaron una lucha incansable durante casi tres décadas.
¿Quién le dio el voto a la mujer
panameña? A esta pregunta, una buena parte de los panameños responderían
automáticamente que fue Arnulfo Arias.
Se trata de una idea que ha persistido
durante varias décadas, a pesar de no ser cierta.
‘Arnulfo Arias no le dio el voto a la
mujer, lo que hizo fue negárselo’, señaló con firmeza la doctora y especialista
en Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, Ana Sánchez, durante
un conversatorio sobre ‘las primeras sufragistas y feministas’, realizado en el
Museo de Arte Contemporáneo a principios de este mes de mayo.
‘EN 1938, LA ASAMBLEA NACIONAL ESTABA
LISTA PARA APROBAR UNA LEY DE SUFRAGIO FEMENINO, PERO DESDE LA PRESIDENCIA SE
ORGANIZÓ UN MOVIMIENTO CONTRARIO
Las mujeres, explicó Sánchez, llevaban
años luchando por el derecho al sufragio cuando se redactó la Carta Magna de
1941, que sorpresivamente, les negó taxativamente la ciudadanía y, con ello, el
voto.
En 1941, nueve países del continente
americano habían concedido el sufragio a la mujer: Canadá (1917), Estados
Unidos (1918), Uruguay (1932), Ecuador (1929), Puerto Rico (1935), Brasil
(1932), Bolivia (1938), Cuba (1934) y El Salvador (1939).
Sin embargo, la Constitución sancionada
por Arias limitaba en su artículo 61 la condición de ciudadanía a ‘todos los
panameños varones mayores de veintiún años’.
Posteriormente, la ley 81 del 5 de
julio de 1941 permitió a las mujeres votar en las elecciones municipales, pero
siempre que fueran mayores de 21 años y tuvieran un diploma universitario,
vocacional, normal o de segunda enseñanza.
Se trataba de una medida dirigida a
ganar simpatías y acallar el movimiento feminista, aseguran algunos
historiadores. Además, en relación con la Constitución de 1904, era un claro
retroceso puesto que la primera carta fundamental que tuvo el país, en su
artículo 49, señalaba que ‘…todos los ciudadanos mayores de 21 años tienen
derecho al ejercicio del sufragio’ -un principio limitado por leyes electorales
que, no obstante, dejaba abierta la esperanza de las sufragistas-.
¿QUIÉN LE CONCEDIÓ EL VOTO A LA MUJER
PANAMEÑA?
El derecho a participar como candidatas
y como votantes en las elecciones presidenciales, municipales y de cualquier
otra índole llegaría con la Constitución de 1946.
Sería acertado decir que el mérito
correspondió a un pequeño grupo de mujeres que, durante casi tres décadas,
enfrentó la indiferencia, los insultos de quienes las tachaban de ‘amachadas’ e
‘ilusas’, e incluso las amenazas de gobernantes ‘furibundamente antifeministas’.
Desde el año 1922 hasta 1945, mujeres
como Clara González de Behringer y Esther Neira de Calvo, Clara Elida
Campodónico de Crespo, Rosa Navas, Sara Sotillo, Sara María Barrera, Enriqueta
Morales, Otilia Arosemena de Tejeira y muchas otras, mantuvieron la presión en
innumerables debates, conferencias y discusiones para exigir que le fuera
reconocida al sexo femenino su igualdad ante la ley.
Clara González de Behringer, la más
activa y tenaz de todas estas luchadoras, debió incluso exiliarse durante el
periodo gubernamental de Juan Demóstenes Arosemena para evitar ser objeto de
represalias.
CLARA GONZÁLEZ
De acuerdo con las historiadoras Angela
Alvarado y Yolanda Marco, autoras del libro ‘Mujeres que cambiaron nuestra
historia’, las panameñas empezaron a desafiar las costumbres que las mantenían
en una posición secundaria desde la segunda mitad del siglo XIX, al
incorporarse en la economía a través de profesiones como las de enfermera,
maestra o telegrafista.
Pero quien salió por primera vez a la
calle como activista fue Clara Gonzáles, originaria de Remedios, Chiriquí. Ella
sería la primera abogada del país y posteriormente la primera mujer en obtener
un doctorado en derecho en América Latina.
En su tesis de graduación (1922),
titulada ‘La mujer ante el derecho panameño’, presentó un análisis profundo
sobre la situación legal de la mujer, que la llevó a concluir que esta se
encontraba en una situación de ‘esclavitud’.
Movida por un afán de superación
extraordinario y el deseo de ver a otras mujeres levantarse por sí mismas,
inició una labor educativa, centrada en el derecho al voto, que consideraba
vital para todas las otras conquistas.
Su tesón y valentía para trasgredir los
límites vedados por la costumbre no fueron bien vistos por muchos políticos,
entre ellos el mismo presidente Belisario Porras quien al momento de elegir a
una representante para la Primera Conferencia Panamericana de Mujeres,
organizada por la Liga de Mujeres Votantes de Estados Unidos y celebrada en
Baltimore, Estados Unidos, optó por Esther Neira de Calvo y no la elección
lógica de Clara González.
Neira de Calvo había estudiado en
Europa gracias a una beca del Estado panameño y mantenía una visión menos
desafiante del feminismo. Ella reconocía la necesidad de una mejor educación,
pero con el fin de ejercer de forma más adecuada su función de criar y educar a
las futuras generaciones.
Al regresar de Baltimore, en 1923,
Esther fundó junto a otro grupo de damas de clase media -Angélica Patterson,
Tomasita Casís, Hilda M. Vallarino, Juana Oller, Rafaela de Ramírez, Lucia
Aguiis, Julia J. de Mora, Lastenia Lewis- la Sociedad para el Progreso de la
Mujer, cuyo principal objetivo era educar en temas como puericultura e higiene.
Para ellas, el sufragio llegaría cuando la mujer estuviera más preparada.
LA LUCHA FEMINISTA
Durante los años siguientes, el Partido
Nacional Feminista, formada por el grupo de Clara González, presentaría
sistemáticamente a la legislatura panameña pliegos de aspiraciones sobre temas
civiles y judiciales.
Se lograron algunos avances, pero el
voto siempre fue un tema delicado.
La agitación alcanzó su momento
culminante en 1938, año en que coincidieron una propuesta de ley presentada por
el diputado Víctor Navas (Colón) para otorgar el sufragio a la mujer y el
Segundo Congreso Feminista, que debía celebrarse en agosto.
El debate tomaba fuerza y en la
Asamblea Nacional, el clima parecía propicio para la aprobación del proyecto de
ley, gracias al apoyo de los diputados del Partido Liberal Renovador, Navas y
Alfredo Alemán.
En la primera votación se dio un
empate, que se mantuvo varios días, pero, según el testimonio de Clara González,
los sectores antifeministas secuestraron un diputado y se perdió su voto. El
proyecto no fue aprobado.
Poco después, el presidente Juan
Demóstenes Arosemena publicó un artículo en un diario local en el que
manifestaba su oposición al voto femenino y anunciaba que vetaría cualquier ley
al respecto.
‘Esta no es una aspiración nacional ni
realidad social –escribió- sino una meta de una minoría marginal’.
El presidente consideraba que las
panameñas habían sido azuzadas por un grupo de ‘zonians’ y exigió al gobernador
Clarence S. Ridley que prohibiera a las residentes de la Zona seguir
manteniendo contacto con sus contrapartes panameñas.
El gobernador así lo hizo y llegó
incluso a amenazar con la deportación a las ‘zonians’ que continuaran
promoviendo la causa feminista.
El movimiento sufragista debió esperar
ocho años más, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Para entonces, las mujeres habían
demostrado su valía nuevamente, manteniendo la economía andando mientras los
hombres se encontraban en los campos de batalla.
El ejemplo impagable de Eleonor
Roosevelt, esposa del popular presidente estadounidense FDR, ayudó a dar forma
y aceptación mayoritaria a la idea de un nuevo tipo de mujer, activa e inteligente.
En 1945, cuando el presidente Ricardo
Adolfo de la Guardia llamó a una constituyente, los panameños estaban listos
para aceptar a la mujer como igual (al menos ante la ley).
El Decreto emitido por el Gabinete el 2
de febrero de 1945 permitió por primera vez a la mujer participar en la
elección de los diputados que elaborarían la nueva constitución como votantes y
candidatas.
Clara González no obtuvo el ansiado
curul, a diferencia de la maestra Gumersinda Páez y de la educadora Esther
Neira.
Con la participación de estas dos
diputadas y de cinco mujeres elegidas como suplentes, la Asamblea Constituyente
debatió el proyecto elaborado por Ricardo J. Alfaro, José D. Moscote y Eduardo
Chiari, que proponía en su artículo 77: ‘son ciudadanos de la República todos
los panameños mayores de veintiún años, sin distinción de sexos’.
El artículo fue aprobado textualmente y
pasó a ser el número 97 de la Constitución de 1946.
Luis J. Ceballos M.
Historiador
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