Gabriel J. Perea R. | 27 de enero de 2021
Como todas las semanas desde hace no se cuanto tiempo atrás llega el momento de enfrentarse al teclado, a las ideas y formular o intentar crear un escrito coherente para que si es de su aprobación sea gentilmente publicado por el diario que hoy acoge mis opiniones cada semana.
Sin embargo, en estos días es difícil desviar la mirada, revolver los pensamientos y concentrarse en otras cosas que no sea observar a uno de los jinetes de un libro que no quiero mencionar cabalgar entre nosotros con total impunidad.
Una impunidad que parecía que es el deseo manifiesto de algunos, tal vez pocos pero que permite que cada día caigan mas ante el trotar de ese jinete maldito.
Poesía, no, opinión puede ser, impotencia si, por no encontrar las palabras que mediante un escrito lleguen a los corazones y almas de quienes lo compartan y se sacudan hasta cambiar de actitud ante la gravedad de lo que estamos viviendo.
Pareciera que algunos seres que respiran igual que nosotros perdieron el respecto por la vida propia y de los demás.
Pensemos que es una reacción espontánea de negación, una forma de esquivar la realidad escapando a los mundos oníricos donde solo reina lo que ellos creen es realidad. Pero de una forma u otra algunos nunca entenderán mientras los muertos no sean sus muertos. Mientras los caídos no sean sus amigos, parientes o vecinos. Cuando las lágrimas son derramadas por alguien que no es un desconocido, entonces la guerra contra la pandemia es personal.
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