Gabriel J. Perea R. | 23 de marzo de 2021
Todos los ciudadanos anhelamos la democracia para encaminar la sociedad hacia la convivencia pacífica, equitativa y más justa, sin embargo, pocos participamos activamente para contribuir a que la democracia sea un hecho y no un anhelo.
Debemos concientizarnos que una democracia es un sistema participativo y no debe ser excluyente o exclusivo de políticos.
La sociedad es un conglomerado de todos los ciudadanos sin discriminación por razón de raza, nacimiento, discapacidad, clase social, sexo, religión o ideas políticas.
Todos somos iguales ante la ley, sin fueros ni privilegios. Pero la constitución es letra muerta sin la participación vigilante para los cuales se desarrolló.
El ciudadano debe ser el actor principal. El político es un actor secundario que debe servir a los intereses de las mayorías y no en beneficio propio.
Debe actuar en nombre de quienes los eligieron. Desafortunadamente las sociedades donde los ciudadanos han confiado la democracia a los políticos abstrayéndose de participar han resultado en estados fallidos, democracias secuestras, sociedades torcidas al capricho de algunos que terminan utilizando todos los medios posibles para imposibilitar, obstruir y hasta prohibir la participación independiente del ciudadano que no se identifica con ninguna corriente.
Olvidaron que son sustentados por los impuestos de los contribuyentes que lo sometían al mandato popular. El poder público emana del pueblo y lo ejerce el estado conforme a una constitución que fue establecida por el pueblo para el pueblo. Es responsabilidad de todos los ciudadanos participar en la medida que determinemos para que la democracia funcione y no pensar que es solo asunto de los políticos.
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