Gabriel J. Perea R. | 21 de septiembre de 2022
La lucha de clases se refiere a los conflictos de intereses manifiestos entre las clases sociales, de cuyas tensiones y dinámicas surgen los cambios históricos. El concepto ha sido ampliamente desarrollado por el marxismo y ha resultado la base fundamental de sus teorizaciones sobre los modelos económicos.
La lucha de clases es apreciable en los diferentes modelos de organización política: amos-esclavos, patricios-plebeyos, señores feudales-siervos, ricos-pobres. Podríamos agregar la variante políticos-ciudadanos comunes.
Aunque el número y características de las clases sociales varía según el contexto, pueden resumirse en dos grandes conformaciones: los dominadores y los dominados.
Los dominadores son los que controlan el territorio, los medios de producción y consecuentemente representan poderes económicos, mientras que los dominados constituyen la fuerza de trabajo subyugados por los poderes económicos.
Entendido el concepto sobre la lucha de clases sociales puede inferirse por qué algunas corrientes políticas explotan el natural anhelo de las clases menos favorecidas para ganancia política de adeptos sobre el concepto del explotador despiadado y los explotados desprotegidos que necesitan de agrupaciones dominadas por aquellos para poder alcanzar mejores niveles de vida.
En esa ecuación se oculta que quienes alimentan el concepto de la lucha de clases a través de sus agrupaciones políticas logran grandes beneficios trascendiendo en muchas ocasiones los niveles sociales de los que supuestamente intentan rescatar a sus adeptos.
Para ejemplos, el líder político que se traslada en costosos autos, se construye mansiones, envía a sus hijos a costosas universidades mientras que los adeptos continúan sin poder trascender al igual que ellos. ¿Por qué aquellos que alimentan la supuesta lucha de clases no continúan subsistiendo a los mismos niveles de aquellos que pretenden rescatar de los explotadores?
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