Durante los trágicos sucesos de los días 9, 10 y 11 de enero de 1964, Juan Antonio Navas Pájaro, hermano del entonces Secretario Gen...
Durante los trágicos sucesos de los días 9, 10 y 11 de enero de 1964, Juan Antonio Navas Pájaro, hermano del entonces Secretario General de la Federación de Estudiantes de Panamá, Luis Navas Pájaro, recibió un tiro disparado por las fuerzas norteamericanas que reprimieron la indignada manifestación de los estudiantes del Instituto Nacional, y del pueblo de Colón, cuyos alumnos y pueblo se lanzaron a las calles en solidaridad con los valientes que protestaron por el ultraje de jóvenes zonians a la enseña patria. Juan Navas viajó a Moscú, Unión Soviética, para recibir atención médica y al regresar a su país, el 3O de mayo de 1966, fue arrestado en violación de sus derechos humanos, por agentes represivos del gobierno de aquella época, torturado y asesinado por sus captores; su cadáver encontrado al día siguiente 31 de mayo en el corredor de Colón. El director del DENI en esa ciudad confesó al respecto que "a los muchachos se les fue la mano".
El día 6 de junio de 1966 se realizó el entierro de Navas, delegaciones estudiantiles de todo el país se concentraron en la ciudad de Colón, del Glorioso Colegio Abel Bravo salieron en marcha hasta las instalaciones del DENI en la calle segunda Meléndez en donde exigían justicia a este crimen, siendo reprimidos por las fuerzas policivas, el suceso enardeció al pueblo colonense que salió también salió a las calles, lo que dio lugar a que en una escalada de tropas para contener a los manifestantes resultara muerto los estudiante Carlos Mathews y Elvira Miranda y asfixiada por gas mostaza la niña Diana Gallardo.
El consejo de los
"asesores" de la CIA a las autoridades fue acusar como autores de la
muerte del joven Navas Pájaro, a sus allegados Félix Dixon, su propio hermano
Luis y a Rolando Sterling. El aparato represivo logró quebrar a algunos para
que declararan falsamente y montar la trama que luego sería profusamente
divulgada a base de la histeria generada desde el poder mediático, dándole
connotaciones ideológicas a un vulgar crimen político. Se lograba así proteger
a los verdaderos asesinos, por un lado, y por el otro desprestigiar, buscando
su decapitación, al movimiento estudiantil, sindical y popular panameño.
Recrear el pasado es una de
las tareas del historiador, tal y como señalaron interesantemente, Jorge Luis
Cassani y A. J. Pérez Amuchástegui, en la obra: Del Epos a la Historia
Científica.
En efecto, el 6 de junio de
1966, contó con la participación popular en las calles, cuestionó acremente el
caótico estado en que se encontraban las grandes mayorías y objetó fundamentalmente
al gobierno oligárquico de Marco Aurelio Robles Méndez, que impulsaba en ese
momento, los llamados ‘Tres en un Uno’, o lo que se conocieron como los
Tratados Robles-Johnson relacionados con el canal de Panamá.
La obra: Insurrección de Colón,
de Rolando Sterling Arango, pretende recrear ese pretérito, altivo y honroso,
expresado en las acciones valerosas de un pueblo que exigió aclaración frente a
la muerte del estudiante colonense, Juan A. Navas Pájaro.
Con un buen manejo de fuentes,
Sterling Arango restaura el contexto en que se movió ese importante
acontecimiento histórico y sitúa a los actores principales en su lugar
adecuado. Así, a nivel internacional las posiciones imperiales se afincaban, y
a nivel interno las situaciones críticas, tanto en el campo como en las
ciudades, daban cuenta de una crisis que hacía mella en el pueblo.
En Colón, el jefe de la municipalidad era el
periodista Mario Julio; el jefe del Departamento Nacional de Investigaciones
(DENI) en Colón, era Carlos Rowe; el responsable de la Guardia Nacional en
Colón, mayor Víctor Mata; y el ministro de Gobierno y Justicia, José Dominador
Bazán.
La muerte de Navas, el 31 de
mayo de ese año, y su aparición en el “Corredor de Colón”, produjo una
conmoción popular, a tal punto que la comunidad en general, y el movimiento
estudiantil de la época clamaron por justicia y por la identificación y
posterior enjuiciamiento de los autores del hecho. Fueron señalados como
responsables —por el pueblo— miembros del DENI de Colón.
El 6 de junio las fuerzas
populares, encabezadas por el sector estudiantil, se apoderaron de las calles,
produciéndose un sangriento enfrentamiento con la Guardia Nacional y el DENI,
que dejó como saldo las muertes del estudiante abelista Carlos Mathews, la niña
Damaris Gallardo y la joven Elvira Miranda.
Sterling Arango describe el
momento así: “...Cada calle y cada callejón era una trinchera de combate. Todo
vehículo, símbolo del régimen oligárquico, fue incendiado. Ardió el Municipio,
la Gobernación, la Lotería, el Correo, Banco Nacional, Departamento de
Extranjería, Oficina de Reforma Agraria y muchas otras dependencias.
La imprenta del alcalde sufre
los rigores de un asalto revolucionario, se decapitan las estatuas de los
próceres. No hubo estudiante colonense, que en aquellos momentos no estuviese
combatiendo. El muelle fiscal de Calle Sexta fue ocupado por los combatientes y
un guardia es despojado de su arma automática de largo alcance.
Las brigadas de soldados
populares se dirigen, una vez más, al DENI. Colón estaba prendido y había humo
por todas partes. Entraron a la ciudad tropas de la capital al mando del
entonces capitán Rubén Darío Paredes. Colón se convirtió, otra vez, en
escenario de combates. En el cuartel había decenas de estudiantes y obreros
detenidos.
En las demás provincias se
efectuaron actos de repudio a los crímenes perpetrados...”
Este movimiento de masas,
inserto en la historia social nacional, debe ser recordado y valorado en su
justa dimensión. Cuestionó y puso en crisis a la oligarquía panameña, tensó las
fuerzas del movimiento popular, y evidenció los niveles de cohesión de la
conciencia ciudadana que expresó su rechazo a la situación crítica en que se le
mantenía.
Después de ocho días de
militarización de la Ciudad de Colón, del uso desmesurado de la fuerza para
reprimir a la población, el Consejo de Gabinete y el Señor presidente de la
República convocan a un dialogo en el cementerio, sin una sola muestra de dolor
para las víctimas del genocidio perpetrado contra la indoblegable población
colonense. Para ellos las únicas víctimas son los “pobres policías” atacados
por los vándalos (calificativo empleado históricamente para degradar el
movimiento inquilinario de 1925, la gesta patriótica del 9 de enero de 1964 y
la insurrección popular de Colón del 6 de junio de 1966).
Hoy los hijos de Colón
defienden su tierra y lloran nuevamente por sus muertos. ¡Loor a los mártires
de la insurrección popular de Colón… ellos no eran vándalos!
Este era el Palacio Municipal
de Colon, incendiado un día como hoy hace 52 años en al Insurrección de Colon.
Luis J. Ceballos M.
Historiador
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