Richard Lewontin, genetista de poblaciones y profesor de biología en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Harvard, sostiene que no hay dos individuos iguales.
No importa el lugar en la tierra donde se observe, cada ser humano posee características que son compartidas con el resto de sus similares, o sea, con el resto de quienes pertenecen a la especie humana, sin embargo, cada individuo posee una serie de características que los hacen únicos y lo diferencian del resto de la especie.
El aceptar la diversidad humana como un hecho irrefutable nos permitiría una convivencia más pacífica y la unión necesaria para que la sociedad enfrente los crecientes retos que nos afectan a todos. La diversidad humana es uno de los dones más preciados que puede tener la humanidad. El diferenciarnos es una de las características más hermosas como seres humanos. Es inimaginable que una civilización avance donde todos son clones los unos de los otros, sería un mundo monótono.
El llamar a otro humano negro, blanco o indio, no es ofensivo, por el contrario, es reconocer que todos tenemos raíces distintas, pero nunca debemos olvidar que debajo de ese vestido de piel todos somos iguales y estamos en el mismo planeta.
Tal vez no bajo las mismas condiciones, ni en el mismo ambiente, ni todos tenemos las mismas oportunidades, pero eso no nos da el derecho de menospreciar a nadie, bajo ningún pretexto. El concepto de diversidad humana nunca dejará de existir, de ocurrir será porque nos extinguimos como especie. Las sociedades han prosperado cuando lograron vencer sus prejuicios y los temores a que algunos no se vean iguales a los otros.
Nuestra constitución así lo consagra en el Artículo 19: “No habrá fueros o privilegios ni discriminación por razón de raza, nacimiento, discapacidad, clase social, sexo, religión o ideas políticas”.
Si dejamos de respetar nuestra diversidad estamos dándole la espalda a nuestra constitución y a nuestra esencia como seres humanos.
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